viernes, julio 02, 2010

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domingo, abril 11, 2010

VOTO FACULTATIVO


Una elección en la que los ciudadanos son obligados a votar, definitivamente no expresa la voluntad de estos sino que, por el contrario, en esencia la niega.

La experiencia peruana de las últimas décadas muestra a un electorado periódicamente requerido para sustentar las bases de una institucionalidad sobre la que poco o nada tuvo que ver en su diseño. Durante estos ocasionales llamados, el público ha sido obligado a escoger entre alternativas que bajo la forma de organizaciones políticas se han peleado por obtener siempre la mayor tajada del eventual mercado de votos.

No existe dentro de esa masa electoral homogenizada a la fuerza más conciencia sobre los valores democráticos que las otorgadas por ciertos dogmas de fe. Nadie parece tener cuestionamientos respecto a este orden de cosas fundado en el temor de una sanción social o pecuniaria. No se puede hablar de "cultura democrática" y además son ridículos y absurdos los estrambóticos titulares de la prensa respecto a la respuesta mayoritaria de la población.

La efímera participación de la gran masa en la vida democrática no ha servido más que para sustentar y legitimar un orden de cosas que se reconoce como perfecto en cuanto a sistema, y del que simplemente es menester renovar y reacomodar periódicamente las piezas del engranaje que se desgasten durante su funcionamiento.

La obligatoriedad del voto ha sido sostenida en razón de que una apatía generalizada podría desestabilizar el orden institucional. Este argumento me sirve para señalar que ya se reconocen esas "apatías" y que, por el miedo que generan, es más que seguro que no sean minoría.

Seguramente es cierto que la política no forma parte importante de la vida de los ciudadanos y que se resuma al resignado juego de elegir de vez en cuando "al que robe menos con tal que haga obra".

Si sobre alguien debe recaer la responsabilidad de las tan temidas "apatías" no debería ser en la masa sino en aquellos que, habiendo obtenido el poder gracias a ésta, no han tenido la voluntad de reformar un Estado que, por su estructura, parece no estar diseñado para integrar a sus componentes y que sólo se limita a operar acudiendo de vez en cuando al ocasionalmente apetecible mercado de votos de los marginales.

Sobre esto último, me vienen a la cabeza las imágenes de nativos de la selva que tienen que navegar un par de días para conectarse con el mundo "acudiendo masivamente a las urnas para cumplir con su obligación cívica de ejercer su derecho a ser libre de elegir". Ese reconocimiento a su "cultura democrática" es el único premio que recibirán.

Un Estado no puede estar sostenido sobre bases tan endebles como el del voto semiconsciente o a regañadientes de una masa apática, aunque así lo requieran algunos apáticos políticos desde sus escaños. Por eso no me extraña que en abril de 1992 ninguna masa saliera a defender a sus "representantes libremente elegidos"; casi todos nos alineamos con el tan esperado hombre que, hasta ese momento, parecía que robaba poquito pero hacía obra.

No voy a negar que el tema del voto facultativo bien puede convertirse en plataforma de quienes pretenden negar un voto marginal que se ha convertido en voto de protesta (allá ellos con su conciencia). Simplemente hago hincapié que la "libertad de elegir" no tiene por qué negar el "elegir la libertad". La participación sólo de aquellos quienes quieran participar sería beneficiosa incluso desde las campañas. Los histrionismos dejarían de ser fundamentales y se reducirían a ser un mero recurso entre tantos para convencer a un electorado del que ya se tendrían más garantías de que sabe lo que quiere.

Procesos con elecciones libres traerían como consecuencia a largo plazo, la formación de organizaciones políticas preocupadas en concientizar y animar al voto y por ende a realizar campañas más alturadas y no limitadas a periodos electorales. Sólo así, cualitativa y cuantitativamente, cada cédula marcada tendrá un valor indistinto de las otras, pues todas pertenecerán a gente que quiso sufragar, a gente que se sintió comprometida con el orden de cosas, el mismo que en reciprocidad buscará que haya más de estos compromisos sinceros que coadyuven a su estabilidad y permanencia.

jueves, febrero 14, 2008

Canción del Amor Sincero

Prometo no amarte eternamente,
ni serte fiel hasta la muerte,
ni caminar tomados de la mano,
ni colmarte de rosas,
ni besarte apasionadamente siempre.
Juro que habrá tristezas,
habrá problemas y discusiones
y miraré a otras mujeres
vos mirarás a otros hombres
juro que no eres mi todo
ni mi cielo, ni mi única razón de vivir,
aunque te extraño a veces.
Prometo no desearte siempre
a veces me cansaré de tu sexo
vos te cansarás del mío
y tu cabello en algunas ocasiones
se hará fastidioso en mi cara
Juro que habrá momentos
en que sentiremos un odio mutuo,
desearemos terminar todo y
quizás lo terminaremos,
mas te digo que nos amaremos
construiremos, compartiremos.
¿Ahora si podrás creerme que te amo?

Raúl Gómez Jattin

lunes, setiembre 11, 2006

El Héroe del 11 de Septiembre

Gracias, Compañero Presidente.




ULTIMO DISCURSO DE SALVADOR ALLENDE
11 DE SEPTIEMBRE DE 1973 (9:10 a.m)


Seguramente ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Postales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura sino decepción Que sean ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado [comandante de la Armada], más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, y que también se ha autodenominado Director General de carabineros. Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

Trabajadores de mi Patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.

Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la Patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clases para defender también las ventajas de una sociedad capitalista de unos pocos.

Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo lo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los juzgará.

Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria.

El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.

Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.

jueves, agosto 03, 2006

Héroes e identidad nacional

De pequeño me pregunté alguna vez lo qué es un héroe. Una vez pasado todo el chongo patriótico de julio con discursos y desfiles, vuelvo la cabeza hacia mis años de la escuela primaria y, absorto en lo que parece ser la caca seca de los caballos, recuerdo a los héroes que me presentaron en mis primeros libros de historia. He de decir que casi ninguno me convenció y de los poquísimos que sí lograron emocionarme, ninguno me entusiasmó. Supongo que quisieron sembrar en mí el “orgullo nacional”, pero lo único que cosecharon fue mi solidaridad con el débil, un débil con el que por amor propio no quise sentirme identificado mientras no apareciese el Hombre Araña a poner justicia.

Pienso que en otras historias nacionales pueden existir héroes que contradigan a la propia definición de la palabra “héroe” por lo dudoso de sus hazañas o de sus virtudes, pero cuyas constatables victorias fácticas y no metafóricas los hacen creíbles a ojos cerrados y brazos abiertos saliendo de los textos escolares. El Perú como país independiente nace no fundamentalmente por la imposición de una voluntad propia sino por una necesidad geopolítica de nuestros vecinos continentales. Este proceso, si bien tomado como victorioso, no arroja la figura de un héroe fundacional local a la misma altura que un mítico (pero creíble) Manco Cápac en el Tawantinsuyo.

Los primeros héroes de nuestra república recién aparecen con nombre propio en la Guerra del Pacífico, conflicto bélico que perdimos, cosa que para nadie es un secreto. Al margen de los resultados, sería mezquino restarle méritos a aquellos personajes que los tuvieron, y puede que hasta sea antipatriota negar de viva voz ante la futura ciudadanía (incluso hasta con razón) lo que parece no ser cierto. Toda historia nacional necesariamente tiene que ser una recreación interesada de lo que realmente pasó, es por eso que uno de los personajes con los cuales se construyó el orgullo americano fue el General Custer cuya leyenda de héroe recién empezaría a desvanecerse cuando este orgullo americano ya estaba construido sobre la base de los logros presentes de su sociedad y ya no tanto por el mito histórico.

Para el caso peruano, es legítimo que mientras no terminemos de construir un orgullo e identidad nacional, en nuestra versión histórica queramos siempre terminar como los buenos de la película; pero la película que hemos filmado ha resultado perjudicial para la construcción de una autoestima nacional cuyos cimientos se forman precisamente en quienes se encuentran en la etapa escolar. Si no es el sistema, por lo menos el programa educativo tiene que redefinirse de tal manera que el hilo conductor del curso de historia a impartirse en los colegios esté definido por la visión de los vencedores en los distintos momentos históricos. Sucesos como la Guerra del Pacífico deberían de ceder horas de dedicación en las currículas escolares en favor de conflictos como el de 1941 o de la lucha contra el terrorismo.

Es legítimo no decirles la cruda verdad de nuestra historia a los niños, pero tampoco hay que negarles las herramientas para que cuando adultos con autoestimas ya formadas, tengan la posibilidad de ahondar en los hechos tal cual se dieron. Pretender que un escolar de primaria se identifique con héroes inmolados cuyos sacrificios no sirvieron para la consecución de un objetivo, por lo general tiene como consecuencia que formemos a más generaciones con autoestimas bajas o a más potenciales chiquillos que jueguen fulbito con camiseta de la selección argentina o del Boca. Si nos limitamos a buscar héroes en nuestras guerras o en nuestro fútbol seguiremos atentando contra nuestro amor propio.

martes, julio 18, 2006

Lay Fun y los misiles norcoreanos


A primera vista esta última semana habría estado plagada de noticias cojudas. En el plano local, la noticia ha sido la probable condenatoria a muerte de un perro por haberse bajado a un choriso quien se metió a la cochera del edificio que este animal cuidaba; mientras tanto, en internacionales, tenemos el contraste de cómo el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas condena a Corea del Norte por reventar cohetes en una playa desierta de su propio territorio y el mutis con respecto a cómo los buenos chicos de Israel están reventando a la población del Líbano. Hago énfasis en el “a primera vista” y en el “habría estado” porque, reflexionando un poquito en el asunto, no es una pastrulada gratuita relacionar ambos asuntos con ese término acuñado por Machiavelo de “Razón de Estado”.


En estos momentos, para mí está más clarita la definición de Weber que entiende al estado como “la entidad que tiene el monopolio de la violencia”. El ejercer la violencia en pos de nuestra supervivencia es un derecho natural que todos los ciudadanos delegamos a la institución estatal para que ésta lo administre a fin de evitar una guerra sin cuartel de todos contra todos y así poder vivir tranquilos. Aquí, sin embargo, hay dos paradojas ubicadas en las antípodas una de la otra: ¿qué pasa cuando el estado pierde competencia y jurisdicción por su incapacidad de administrar la violencia delegada? ¿qué ocurre cuando determinado estado se vuelve tan fuerte que se siente totalmente libre de ejercer su derecho natural a la violencia ilimitadamente?


Yo no supe si cagarme de risa o indignarme cuando me enteré que el rottweiller llamado Lay Fun, de acuerdo a la primera interpretación legal de un tal abogado Lame Puchos, merecía la inyección letal por más que su víctima haya sido un delincuente que entró a sus dominios a practicar el deporte favorito de algunos congresistas y ex presidentes de la república (sólo que a una escala menor). Como era lógico, la opinión pública se puso de parte del can y hasta ha habido manifestaciones y protestas contra una medida considerada no sólo injusta sino absurda. En el plano moral, coincido con lo de “injusta”; sin embargo, no sería una medida “absurda” sino más bien un entendible aunque patético intento de un estado por recuperar la autoridad perdida por su propia incompetencia. Ese es el motivo por el cual la policía tiene que salvar a delincuentes de ser linchados y quemados vivos por la población, y no ninguna razón humanitaria como equivocadamente se cree. En realidad, no se está salvando al delincuente sino la legitimidad del estado como supuesto único ente administrador de justicia. Del mismo modo, ante la presión social por salvar al perro, el sistema u orden legal tendrá que idear una salida digna para atracar sin hacer rochabús.

Por otro lado, tampoco resultaría absurda la manera tan evidentemente dispar como se trata en Naciones Unidas el tema de Corea del Norte y el de Israel. Se entiende perfectamente prescindiendo para ello de todo ese floro de los valores que nos enseñaron a todos en la escuela primaria junto con los colores del arco iris. Es necesario pararse de cabeza y deshacernos del lastre moral para entender cómo es la nuez: Estados Unidos e Israel se sienten con todo el derecho de avalar su concepción del mundo basándose en el muy convincente argumento de sus armas nucleares. El problema empieza cuando, al notarse que este argumentum ad nuclearum resulta tan eficaz en las cordiales mesas de negociaciones, otros patines se quieren sumar al chongo de la balística y de las ojivas.

Lay Fun no salió de sus dominios para buscar a un transeúnte para matarlo. Del mismo modo, dudo de que alguna vez Corea del Norte cometa la cojudez de lanzarle misiles a la tierra de la libertad, la democracia, la justicia, las hamburguesas, los hot dogs, las bombas inteligentes y ese tipo de cosas. De todas formas, el argumento norteamericano para hacer dudar al mundo respecto a las intenciones de Corea es creíble y atendible, por cuanto, hasta en la vida diaria, no podemos admitir (por lo menos de viva voz) que aquel quien tiene el poder sobre nosotros pueda ejercer éste amparándose en razones equivocadas por más misio que sea su floro. Aun así, la prensa internacional ha dado conmovedoras muestras de imparcialidad al condenar a Bush por decir la palabra “mierda”. Faltaría nomás que de vez en cuando también condenen –además de las palabrotas que decoran como estrellitas de caramelo al turrón de doña pepa que este compadre se maneja– cuando Mr. Danger empieza a alucinar que el mundo es el juego de soldaditos que le regalaron cuando tenía la edad de esos chibolos que están muriendo como moscas ahoritita en el Líbano, en razón del floro misio de Israel, su hijito consentido.

Porque es cierto y no es el floro misio de alguna Miss Universo: hay chibolos que se están muriendo y no voy a publicar las fotos (aunque sí pondré los enlaces) porque no es mi objetivo convencer a costa de imágenes de la misma forma que otros convencen de sus verdades proyectando las sombras de sus armas. Quizá esté bien que se muera esa gente, no lo sé; tendría que preguntárselo a decentes bienpensantes como Blair o Ehud Olmert; el caso es que han pasado diez años de la masacre de Qana y las cosas parecen no haber cambiado mucho. No quiero rellenar esto de un innecesario floro misio, más bien doy cuenta del mensaje que leo entre líneas, y es que con este tipo de políticas, podrán matar al perro, pero nunca a la rabia. El video que presento a continuación es prueba del pernicioso efecto péndulo.


viernes, junio 23, 2006

CHI CHI CHI NO NO NO


Una de las patologías que padezco (y a la que quizá le deba el no haber “progresado” en esta vida como quería mi mamá) es mi irrenunciable “delirio de consecuencia”. Soy enfermizamente consecuente y no me doy ninguna tregua. Es por eso que me dejó pensando el cómo, a pesar de nunca haber cambiado mi discurso, durante este año electoral fui llamado en distintos momentos “chilenófilo” y “antichileno”.

Todo partió de la vez en que admití que en caso de una segunda vuelta entre el Capitán Carlos y la tía Lulú, me hubiese inclinado por la candidatura del “cachaco bruto” antes que por la “señora decencia”. Tamaña decisión (que felizmente nunca tuve que tomar) se basaba en que la opción de Lourdes Flores no me daba garantías respecto a una política de contención de los capitales chilenos en sectores estratégicos de nuestra economía como el caso de los puertos, puntualmente el del Callao. Aquello, para los fanáticos creyentes del Dios Mercado y de la doctrina del laissez faire, resultaba un completo sacrilegio porque “el capital no tiene nacionalidad ni bandera; el capital es el capital”.

Cuando se dijo que Lourdes Flores era “la candidata de los ricos” (frases hechas y clisés al margen) no se decía algo muy alejado de la realidad y el hecho de que la propia candidata fuese “rica” o no, no negaba lo primero. Ser rico no tiene nada de malo en sí para empezar, pero serlo en el Perú está asociado en el imaginario colectivo con esa clase social que, desde los consignatarios del guano hasta los de Matarani, jamás ha tenido criterios de país precisamente porque “el capital no tiene banderas” y toda esa paporreta que me aburre el oído derecho tanto como al izquierdo lo hicieron todas esas monsergas buenas para meter chongo en una marcha, pero nunca para utilizarse como argumentos. Resulta sintomático que en Chile, cerca de la mitad de su población se manifieste abiertamente y a mucha honra como “de derecha” ¿Aquí quién puede decirlo? ¿No tenemos derecha? ¿Cuál es la vergüenza?

Se supone que soy “antichileno” porque estoy en contra de los inversionistas chilenos, pero mi reproche nunca ha sido contra ellos sino contra los “entreguistas peruanos” con Kuctrynski a la cabeza, y a quien a lo mejor nunca se le pueda acusar de traición a la patria porque por ahí que nadie le pueda probar que sea peruano. Yo para Chile no tengo más que aplausos para sus inteligentes políticas de expansión comercial y económica; para el eficiente manejo de sus empresas estatales como ENAP (petróleo) y Codelco (cobre); y, naturalmente, por su interés de hacer un anillo energético con el Perú por el cuál nosotros les venderemos gas y ellos nos venderán electricidad producida con ese gas. Chile no tiene la culpa de tener a su costado un país que se le ofrece en bandeja de plata, más bien serían tontos de no aprovechar una oportunidad detectada por sus olfatos de negocio.

Los peruanos citadinos somos unos tipos bastante especiales que hacemos convivir dentro de nosotros los patrones de la fe del libre mercado, aprendidos en los diferentes templos de la sensatez académica, con aquellos otros aprendidos en la escuela primaria que nos repiten que los chilenos son malos y que tienen que devolver Arica, Tarapacá y el Huáscar. Estas enseñanzas combinadas se traducen en que el mismo tipo que hace sus compras en Ripley y Saga Falabella y viaja en LAN, se llene la boca de patrioterismos de lo más estúpidos como la defensa del pisco o del suspiro a la limeña, o se organice con otros energúmenos para, luego de llenar la caña en Primax, ir al aeropuerto o al hotel a tirarle piedras al equipo de fútbol de Chile cada vez que éste viene a jugar contra los nuestros. Naturalmente que algo tiene que cambiar en nuestro sistema educativo para enseñarnos la importancia de mantener nuestra soberanía nacional sin sazonarla con resentimientos históricos ni trayendo a discutir temas tan irrelevantes que sólo sirven para dejar políticamente bien a funcionarios de gobierno que quieren dar muestras de amor por el país a través de la defensa de nuestros postres y de nuestros licores.

Yo viajé a Chile (específicamente a la “tierra cautiva” de Arica) y mi experiencia con el chileno de a pie fue genial. Me parecieron gente muy respetuosa y educada en sus calles, y graciosamente malcriadas dentro de sus casas. Puede decirse que con esa visita me enamoré de Chile, de su cultura y de su historia. Guardo por ello en mi PC más música chilena que peruana y tengo varios discursos de Allende. He de decir a viva voz entonces (aunque me linchen como la vez del partido contra Italia en el mundial de Francia) CHI CHI CHI