jueves, agosto 03, 2006

Héroes e identidad nacional

De pequeño me pregunté alguna vez lo qué es un héroe. Una vez pasado todo el chongo patriótico de julio con discursos y desfiles, vuelvo la cabeza hacia mis años de la escuela primaria y, absorto en lo que parece ser la caca seca de los caballos, recuerdo a los héroes que me presentaron en mis primeros libros de historia. He de decir que casi ninguno me convenció y de los poquísimos que sí lograron emocionarme, ninguno me entusiasmó. Supongo que quisieron sembrar en mí el “orgullo nacional”, pero lo único que cosecharon fue mi solidaridad con el débil, un débil con el que por amor propio no quise sentirme identificado mientras no apareciese el Hombre Araña a poner justicia.

Pienso que en otras historias nacionales pueden existir héroes que contradigan a la propia definición de la palabra “héroe” por lo dudoso de sus hazañas o de sus virtudes, pero cuyas constatables victorias fácticas y no metafóricas los hacen creíbles a ojos cerrados y brazos abiertos saliendo de los textos escolares. El Perú como país independiente nace no fundamentalmente por la imposición de una voluntad propia sino por una necesidad geopolítica de nuestros vecinos continentales. Este proceso, si bien tomado como victorioso, no arroja la figura de un héroe fundacional local a la misma altura que un mítico (pero creíble) Manco Cápac en el Tawantinsuyo.

Los primeros héroes de nuestra república recién aparecen con nombre propio en la Guerra del Pacífico, conflicto bélico que perdimos, cosa que para nadie es un secreto. Al margen de los resultados, sería mezquino restarle méritos a aquellos personajes que los tuvieron, y puede que hasta sea antipatriota negar de viva voz ante la futura ciudadanía (incluso hasta con razón) lo que parece no ser cierto. Toda historia nacional necesariamente tiene que ser una recreación interesada de lo que realmente pasó, es por eso que uno de los personajes con los cuales se construyó el orgullo americano fue el General Custer cuya leyenda de héroe recién empezaría a desvanecerse cuando este orgullo americano ya estaba construido sobre la base de los logros presentes de su sociedad y ya no tanto por el mito histórico.

Para el caso peruano, es legítimo que mientras no terminemos de construir un orgullo e identidad nacional, en nuestra versión histórica queramos siempre terminar como los buenos de la película; pero la película que hemos filmado ha resultado perjudicial para la construcción de una autoestima nacional cuyos cimientos se forman precisamente en quienes se encuentran en la etapa escolar. Si no es el sistema, por lo menos el programa educativo tiene que redefinirse de tal manera que el hilo conductor del curso de historia a impartirse en los colegios esté definido por la visión de los vencedores en los distintos momentos históricos. Sucesos como la Guerra del Pacífico deberían de ceder horas de dedicación en las currículas escolares en favor de conflictos como el de 1941 o de la lucha contra el terrorismo.

Es legítimo no decirles la cruda verdad de nuestra historia a los niños, pero tampoco hay que negarles las herramientas para que cuando adultos con autoestimas ya formadas, tengan la posibilidad de ahondar en los hechos tal cual se dieron. Pretender que un escolar de primaria se identifique con héroes inmolados cuyos sacrificios no sirvieron para la consecución de un objetivo, por lo general tiene como consecuencia que formemos a más generaciones con autoestimas bajas o a más potenciales chiquillos que jueguen fulbito con camiseta de la selección argentina o del Boca. Si nos limitamos a buscar héroes en nuestras guerras o en nuestro fútbol seguiremos atentando contra nuestro amor propio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

sentido pésame